miércoles, 2 de octubre de 2013

CORTAR UNA SANDÍA

Cortar una sandía, dejar caer las pepitas como si fuesen los pequeños o grandes infortunios de ésta caótica cotidianidad. Saboreo una sandía sin pepitas y mi presente se vuelve feliz. Un trozo de dulce melón de agua pigmentando el perfil de mis labios. El néctar de la sandía ha iluminado mi mirada y mi verano otoñal se ha colmado de hojarasca vivaracha; su sabor, su olor, se han dispersado por todo mi cuerpo, y con el grato dulzor en los labios aprendo un poco más sobre la brevedad de la vida. Llevo en mi interior su marca impregnada, azúcares y licores que transformaran por siempre mi deambular. Comer un trozo de sandía y penetrar en el bosque del placer, en la selva azucarada del deseo. Cómo no aplazar por un segundo el amargor de la indiferencia social, el capitalismo feroz, la injusticia del copago, las atrocidades poderosas de banqueros, financieros y otros personajes sin más. Rojo, rojo de sandía, de lucha, de ideología inquebrantable para el paladar de una sociedad hipnotizada por redes y conjuros.

Badalona, 2 de octubre de 2013